(La foto)
Nuestras caras son testimonios del viento fiero que nos atacaba. A pesar del abrazo que intentábamos conseguir, junto con la ropa de invierno abrigada, todavía el viento trataba de vencernos, y no había ningún lugar en el que podíamos ocultar. Mientras que estábamos de pie en la carretera rural, atrapados entre las garras del segundo mayor parque nacional en el país, se veía que la naturaleza sufría del viento también.. El pasto alto del campo y los arboles sin hojas sacudían de un lado y otro, la única cosa que permaneció inmóvil fue la colina inmensa que descansó detrás de nosotros en la distancia. El pelo largo y negro de mi novia soplaba en la misma dirección que los arboles y el pasto. Aunque el viento gritaba con tanta fuerza que no pudimos oírnos, ironícamente, nunca he experimentado un momento más tranquilo y más cerca a la belleza de esta tierra en la que vivimos.